El Síndrome de Rapunzel.

Hace unos meses, el servicio de ciru­gía me pidió que visítara a una joven ecuatoriana de 14 años de edad. Ha­bía sido intervenida el día anterior de forma urgente por un cuadro de tumoración abdominal, dolor epigástri­co, vómitos y fiebre.

La ecografia y el TC abdominal informaron de una masa que ocupaba todo el estómago y se introducía en el intestino, y la fibrogastroscopia confirmaba el diag­nóstico. Bajo anestesia general, se practicó una gastrotomía de la cara anterior del cuerpo gástrico y extrac­ción de la masa, mediante fórceps, por laparotomía mediana supraumbilical. La pieza quirúrgica extraída era prácticamente el molde del estóma­go, un amasijo enorme de pelo y mo­co: un tricobezoar.

Esa misma mañana fui a visitarla a la planta de cirugía. Le pregunté si sabía lo que le había pasado y si que­ría hablar de ello. Asintió. Era la pri­mera vez que confesaba su secreto, al menos parte de él. La madre, escucha­ba atónita- Desde hacia algo más de un año se comia su propio pelo, sin que nadie lo supiera, sin que nadie se hubiera dado cuenta- Casi todas las noches, cuando los demás dormían, se sentaba en la cama y con sumo cui­dado elegia los cabellos, uno a uno, primero los olía, luego los humedecía entre los labios y finalmente los inge­ría. A veces se ayudaba bebiendo agua o chupando caramelos.

Sólo cuando estaba más angustiada, los arrancaba del pubis, pero nunca de las cejas ni de las axilas para no ser delatada. En ocasiones lo hacía sólo unos minutos, otras podia pasarse así media noche hasta que le vencía el sueño. A la mañana siguiente ocul­taba las zonas depiladas probando con el peinado más adecuado.

El postoperatorio cursó sin com­plicaciones.

Por Carlos Ranera.
Páginas 14 y 15