Escuchó la conversación sin atender a ella, hasta que la puerta se cerró
con una despedida. Una madre que vendía puerta a puerta sus cosas a cambio de
un euro para que su niña pudiera seguir asistiendo a sus clases de danza. Alguien
le había comprado un cuento infantil y se había ido agradecida.
Cuando Jota ya estaba solo, volvieron a llamar a la puerta, y frente al
dintel una mujer cargada de bolsas como el que viene de recoger de todo del
rastro. Hola, estuve aquí hace unos minutos. Tu compañero me compró un librillo,
que estoy vendiendo cositas por un euro para pagar la escuela de danza de mi
hija... Verás, he perdido cinco euros que llevaba y no sé si se me han caído
aquí mientras hablaba con tu amigo.
Jota tiene la costumbre de no saber jugar con el dinero. Ni con el suyo ni
con el de los demás. Ni sabe jugar con las emociones ni con los sentimientos
cuando un céntimo se cruza con ellos. Enseguida se le cae un portón de acero y
hormigón y de ahí no se pasa. Ni él ni nadie. Pues no, señora aquí no ha
aparecido ningún billete.
La mujer le explica su situación lo mejor que puede, por encima del portón
de Jota, el cual muy fríamente le responde: Ya, yo también tengo un "refugiado"
de 7 años. No puedo ayudarle. Y se despiden.
Y al cerrar la puerta, en el silencio un puño le retuerce el estomago y
piensa, Joder por un euro no me hubiera muerto. ¿Por qué coño no le he dado un
euro? Pero Jota no comprende que su mecanismo del portón es algo que tiene muy
muy dentro y que rara vez se da cuenta que lo ha activado. Luego viene la auto
incomprensión y el no saberse explicar tanta frialdad. Pero eso ya es un
momento posterior que anula toda reparación. Son las cosas de Jota, no lo hace
adrede, ni siquiera sin darse cuenta. Simplemente no le sale.
Y con este pensamiento van pasando los días, hasta que al final desaparece
en la vorágine de la trivialidad diaria.
***
Que poca vergüenza. ¿Pues no me ha dado un céntimo? Qué poca vergüenza !UN
CÉNTIMO¡
La anciana es una habitual de las pedigüeñas del "pueblo" donde
vive Jota. Hoy pasea por sus calles de la mano del amor, bajo sus luces
navideñas, sus brillos en el mármol, y la locura de la gente comprando y
comprando, como si no hubiera un mañana y como si 365 día no tuvieran 11 meses
para pensar en el prójimo.
Un céntimo!, Puta navidad! ¿Cómo se le ocurre dar un céntimo a una persona
que está pidiendo? Un céntimo!, continúa la anciana a las espaldas de Jota.
La condición humana es miserable por avance temporal. Según abandonamos la
felicidad de la niñez nos debiéramos transformar en adultos felices, pero nos
convertimos en miserables, en adultos miserables.
A Jota no le ha dado tiempo a echar el portón, bueno, sí lo hizo, pero no
se ha dado cuenta, es algo que no puede controlar, cuando se da cuenta ya esta
echado como losa que cubre la tumba centenaria de un rey olvidad. La noche no
es fría pero sí es húmeda, lleva una mano en un bolsillo, su móvil y sus
monedas, una docena o así. Sus yemas tocan alguna de un céntimo también, un
céntimo miserable, como el de ese miserable, que hace un minuto, le ha dado a
la anciana el suyo.
Entonces el céntimo se transforma en un euro, y la anciana, en la mujer que
días atrás vendía sus cosas de puerta en puerta, la que había perdido los cinco
euros... céntimo, euro, anciana mujer...
Jota se ha dado la vuelta, ni siquiera sabe cómo ha levantado el portón, se
ha dado de bruces con la anciana, que le continúa a él su protesta, al primero
que le presta atención, lleva en la mano más dinero que el que Jota lleva
encima y sujetado entre su índice y su pulgar un céntimo que se hace enorme en
comparación con sus dedos. Señora, le cambio su céntimo por un euro, hace? Jota
está agachado, hundido en las cientos de arrugas que desdibujan el rostro de la
anciana, es como la faz de una tortuga, pero cuando sonríe se dibuja la de una
persona.
Feliz navidad le dice la anciana. Jota no acierta a responder nada, tan
solo con una sonrisa mientras ella se aleja en el bullicio de la calle. Y se
queda mirando el céntimo, el miserable céntimo, como el miserable euro, el de
la mujer que vendía sus cosas, el euro que le hizo a él ser un miserable.
Feliz Navidad.
2 comentarios:
Sigue habiendo miserables y miseria a pesar de estar en el siglo XXI, no debería ser, pero es. Me ha gustado el relato.
Feliz Navidad y mis mejores deseos para ti y los tuyos para el Nuevo AÑo.
Besos.
NO DEBERIA SER , PERO ES
totalmente de acuerdo
felices fiestas ;)
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