miércoles, 5 de marzo de 2014

Las chanclas que volaron, un misterio artístico. Por Alfonso Vázquez.

   Enmarcable bajo la rúbrica "Málaga. Capital Cultural 2016.", me tomo la libertad, que no libertinaje, de reproducir el siguiente artículo de Alfonso Vázquez, publicado el día de hoy, 5 de marzo de 2014, en el periódico LA OPINION DE MALAGA, página 20. Dice así:

   Cuando el Ayuntamiento de Málaga tenía dinero puso en marcha, a comienzos de este siglo, un plan de arte urbano para «aumentar el patrimonio de la ciudad y educar el gusto de los malagueños con obras en los grandes espacios urbanos».

   De estas clases de arte moderno proviene la tanda de esculturas encabezada por la Paloma quiromántica de Rafael Pérez Estrada, seguida por la Jaula para pájaros de Jaume Plensa, en la plaza de Félix Sáenz y Entre. Espacios para desaparecer, del malagueño Joaquín Ivars, en la avenida de la Aurora. Las tres obras son más o menos de la misma época, de hacia 2001 y 2002.

   De ellas, sólo la paloma de Pérez Estrada se encuentra en un estado aceptable. La Jaula para pájaros se ha utilizado desde su inauguración para pegar los anuncios más variopintos, amarrándolos con papel celo. Esta tendencia, tan alejada de la monumentalidad, no hay quien la cambie.

   En cuanto a la obra de Joaquín Ivars, casi no aguantó el estreno. Hoy hay muchos malagueños que al pasar por la avenida de la Aurora, por ese jardincito en forma de triángulo que hay delante del Centro Larios, confunde la obra del artista con lápidas colocadas en el césped. Y da la impresión, por esa uniformidad, que nos encontramos en el cementerio norteamericano de Arlington, aunque en ese inquietante espacio las lápidas estén de pie y no tumbadas.

   Nada más lejos de la realidad si examinamos la página web del artista. Lo que ocurre es que la obra original estaba formada por 14 rectángulos de piedra caliza, unidos de dos en dos por un par de chanclas de bronce. No busquen las chanclas porque no las encontrarán. El autor quería que la obra sirviera de espacio para el encuentro, el juego y la meditación en medio del bullicio, con el contraste popular de las clásicas chanclas de la playa, tan propias de Málaga.

   La suerte para los amigos de lo ajeno es que las chanclas de bronce estaban colocadas entre rectángulo y rectángulo a modo de puente, así que debajo había mucho espacio para hacer palanca con un gato o un hierro y llevarse la obra de recuerdo, ya fuera para lucirla en casa y presumir de homínido incívico o bien para fundirla, que viene a ser lo mismo.

   ¿Han servido de algo estas clases municipales?, ¿está preparada una ciudad tan adicta al vandalismo como Málaga para convivir en sus calles con el arte moderno?

   Reponer todas las sandalias, informan fuentes municipales, valdría un perraje y nadie nos asegura que al día siguiente no serían extraídas con la misma rapidez por nuestros activos mamíferos de dos piernas –y algunos, hasta con carné de conducir–.

   ¿Cuál sería la solución? A un servidor se le ocurre colocar chanclas de la playa de verdad. Siempre habrá cenutrios que se las lleven pero el reponerlas será una operación rápida y sobre todo, barata. Es una idea.

2 comentarios:

Montse dijo...

A mi no me extraña que en este país, cuyos políticos dan tan mal ejemplo, se lleven las chanclas y lo que haga falta que se exponga al público, por mucho arte que sea.
¡Es lo que hay!
Un besito y buen finde :)

jorgogi dijo...

y es que las chanclas de bronce seguro terminaron en el chatarrero :-/

la cosa estaba y sigue muy mal

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