domingo, 10 de julio de 2005

Triana

Nos encontramos en una carretera cerca de Burgos. Son las seis de la tarde del trece de Octubre de 1983. Dos vehículos han chocado. De frente. Uno de ellos, una furgoneta, circulaba en sentido contrario. Del otro vehículo sacan al conductor, que fallecerá en el quirófano diez horas más tarde. Su nombre: Jesús de la Rosa. Compositor, cantante y alma de Triana.

Para mi, Triana, suponen el culmen de lo que se ha venido en llamar Flamenco-Rock. Para mi son los Pink Floyd españoles. Triana fue, lo que en su momento quisieron ser Medina Azahara o El Último de la Fila, que con mayor o menor acierto terminaron encontrando su estilo, ya sea camino del rock o en las orillas del pop.

Nadie, ningún grupo ha vuelto a reunir el progresivo, el psicodélico con el melódico, con la poesía, con la melancolía, con esa frescura de la Libertad, con ese deje andaluz, ese quejío.

Ayer volvieron a tocar. Tocó Triana o lo que queda de aquello, o un remedo o un parcheado. Tocó Triana y sonó bien, sonó el sentimiento y el buen hacer a un publico conocedor de las canciones, aunque quizás más acostumbrado al chumba-chumba, que al desarrollo de sus raices.

Una hora escasa de sus clásicos (sonaron entre otras: Sr. Troncoso, Abre la puerta, Un nido en mi ventana, Tu Frialdad, Recuerdos de una noche, Una noche de amor desesperada...) y no hubo bis. Imperdonable.

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